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Nathan K Lewis |
Nathan Lewis, en 2007, con su libro "GOLD, The Once and
Future Money", nos describe magníficamente esa transmisión de información (entre
el plano monetario y el plano físico) que aportan los precios y nos explica
cómo el oro reacciona a los
cambios monetarios más rápidamente que cualquier otro producto.
Traducción, más o menos libre, de algunos
párrafos del libro "GOLD, The Once and
Future Money" de Nathan Lewis:
(Subrayo lo que considero
relevante)
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Las
transacciones a escala institucional son casi completamente electrónicas y
efímeras. El dinero de hoy no es más que un conjunto de bits en los
ordenadores. El dinero, en otras palabras, es información. Ni una sola
persona sabe cómo se produce una taza de café. El sistema no está planificado. El
orden extendido (orden extenso) (extended order) se organiza a través del uso
del dinero. Es demasiado complejo para ser organizado por un pensamiento
racional .... A través del sistema de mercados y precios, se transmite la
información exacta en tiempo real sobre la cantidad de café a cultivar,
sobre cuántas tazas de plástico a producir, sobre la logística más eficiente utilizando
camiones y barcos para trasportar los diferentes materiales, sobre la
coordinación de los esfuerzos de millones de personas en grandes redes de
intercambio, para producir una taza de café por la mañana a un precio
irrisorio, un signo de extraordinaria eficiencia y productividad del sistema.
No hay alternativa a la economía monetaria.
....
Como el dinero es información, y los mensajes enviados por la economía
monetaria dictan, en términos firmes y claros, las acciones de miles de
millones de personas, los seres humanos, naturalmente, han hecho grandes
esfuerzos para desarrollar medios para mantener esta información lo más pura e incorrupta
posible.
....
A lo largo de la historia, los seres humanos han buscado el dinero más
estable alcanzable, porque el dinero estable (o la información incorrupta)
permite una mayor productividad y prosperidad, mientras que el dinero inestable
(o la información corrompida) paraliza la productividad y la prosperidad. Es
imposible mejorar la productividad del sistema corrompiendo la información que
le permite funcionar. Tal corrupción puede resultar en una mayor producción
-un mayor volumen de bienes y
servicios, un mayor número de horas de trabajo o de empleados contratados, una
luz en los gráficos estadísticos- pero gran parte del aumento de la producción será en
vano, o un mayor esfuerzo producirá menos resultados y, por tanto, decaerá la
verdadera productividad.
Siempre ha habido gente que ha tratado torcer y manipular el sistema monetario,
ya que cualquier cambio, aunque hace cojear el buen funcionamiento del orden
extendido en general, proporciona un beneficio para un grupo u otro.
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Pero incluso el estudio más breve de la historia demuestra que el régimen actual
de tipos de cambio flotantes ('floating currencies') es un fenómeno muy nuevo. Comenzó el 15 de agosto de 1971, el día que Richard Nixon rompió el vínculo
del dólar con el oro y destruyó el sistema monetario mundial, que en su momento
estuvo bajo el nombre del sistema de Bretton Woods. En los tres siglos
anteriores a 1971, el mundo, en su mayor parte, tenía dinero estable.
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El régimen de tipos de cambio flotantes no es un fenómeno del libre mercado sino
que es la inevitable reacción del mercado a las incesantes manipulaciones
monetarias de los gobiernos del mundo. Dado que el sistema, hoy en día, es la
excepción y no la regla, debe ser fácil encontrar una solución a los problemas
monetarios que diariamente afectan a la humanidad. La manipulación del dinero por
los gobiernos y el régimen de tipos de cambio flotantes han aparecido desde
antes del nacimiento de Cristo; y también, desde antes del nacimiento de
Cristo, la ciudadanía descontenta ha llevado a los líderes políticos anteriores
a restituir la estabilidad en la moneda de su país.
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Hasta 1971, el mundo, en toda la historia, nunca se había enfrentado a una
situación en la que todo el sistema monetario mundial había sido separado de
sus anclas metálicas tradicionales. Siempre había habido monedas flotantes,
pero nunca habían estado todas las monedas flotando al mismo tiempo.
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Se supone que los precios cambian. La información transmitida en los
precios cambiantes organiza la economía de mercado. Los precios son una
vía de comunicación por la cual los ciudadanos colaboran en sus actividades
productivas. La gran ventaja productiva que las economías de mercado tienen
sobre las economías de planificación centralizada es la eficiencia con la
que la información se transmite a través de los cambios en los precios de
mercado. Lo de "precios estables" es un objetivo absurdo. El
objetivo real es una moneda estable, lo cual permite que los precios se formen
sin ser molestados por la distorsión monetaria (es decir, por la inflación y la
deflación).
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El mercado
del oro/dólar acumula toda la información existente sobre las condiciones
monetarias en un precio, de forma similar a la manera en la que las acciones
de una empresa, si se comercializa bastante ampliamente, reflejará toda la
información disponible acerca de la empresa. Al igual que todos los precios
de mercado, el precio del oro es una manera mediante la cual el orden extendido
transmite información. Así pues, el
mercado del oro acaba con los estadistas y los burócratas de la misma manera
que el mercado de valores o el mercado de materias primas toma el lugar de los
planificadores centrales del sistema soviético. El mercado del oro, aunque
es un mercado de materias primas, es más similar al mercado de divisas. Muestra
la relación de mercado de una moneda, no la moneda de otro gobierno, sino la
moneda supranacional de la humanidad, el único patrón monetario no
gubernamental del mundo. Como tal, el mercado del oro reacciona más
rápidamente a los cambios monetarios que cualquier otra mercancía.
El patrón oro refuerza la democracia, el dinero fiat la erosiona. Sin
patrón oro, los billones de acuerdos monetarios de los ciudadanos se ven
sujetos a los caprichos de una reservada, no elegida, políticamente aislada, mesa
política. La evolución del dinero ha sido hacia un sistema que no esté
sujeto a la toma de decisiones políticas.
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La misma trampa acecha para cualquier clase de sistema de tipo cesta como, por
ejemplo, un índice de materias primas. ¿Cuáles serán las ponderaciones en el
índice? ¿Qué variedades o qué calidades de las materias primas se utilizarán?
¿Cómo el mercado transmite la información sobre las condiciones monetarias a
través de una cesta de materias primas? Cualquier materia prima que no sea un
compuesto químico simple viene en una desconcertante diversidad de variedades y
calidades, que puede cambiar o incluso desaparecer con el tiempo.
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A través de la historia, el número de productos utilizados como dinero ha
disminuido de manera constante, no ha aumentado.
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Dos países que utilizan un patrón oro comparten, en realidad, el mismo
sistema monetario.
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Un retorno a la moneda fuerte eliminaría, tanto como fuera posible, la
distorsión monetaria de la información sobre los precios que guía las acciones
de los ciudadanos. El éxito y el fracaso serían, una vez más, determinados
por el mérito relativo de la economía de mercado, no por los cambios erráticos
en el valor de la moneda. El capital se desplegaría con mayor precisión y la
productividad se incrementaría. Los fabricantes que ahora se ven obligados a
construir varias fábricas en todo el mundo para diversificar su riesgo
cambiario podrían, en vez de ello, concentrarse simplemente en el lugar que
ofreciera la mayor productividad. Después de varios años, las tasas de interés
probablemente caerían por debajo del 4% para los bonos del Estado a largo plazo
y se quedarían allí. Los índices de precios perderían relevancia y podrían, otra
vez, llegar a ser una curiosidad académica, como lo fueron antes de 1930. Las
fricciones comerciales y las acusaciones de "dumping" se extinguirían,
y la presión para elevar los aranceles podría disminuir. Los esfuerzos para
crear grandes "zonas francas" encontrarían menos resistencia
política. La inversión internacional sería mucho menos arriesgada y las tasas
de interés tenderían a converger en niveles bajos en todo el mundo. Todavía
habría desastres económicos, probablemente causados por fuertes aumentos en los
impuestos, pero los desastres monetarios, el error típico político del siglo XX,
al igual que la crisis de escasez de liquidez fue la crisis típica del siglo
XIX, por fin se convertirían en una cosa del pasado. Los gobiernos, incapaces ya
de manipular su moneda para lograr objetivos políticos, incapaces ya de culpar
a sus bancos centrales por el estancamiento económico, se verían obligados a
competir en los méritos relativos de sus obligaciones tributarias y estructuras
reguladoras.
Esta dinámica ya se está produciendo en Europa desde la llegada del
euro.